Aún no ha tomado posesión del cargo como presidente de EEUU- lo hará el próximo día 20 de enero- y ya están saltando todas las alarmas. Rusia, China, la CIA ... La última rueda de prensa, retirándole el turno de pregunta a un periodista de una cadena de una televisión americana, presagian por dónde van a ir los tiros del nuevo presidente electo Donald Trump, pero en cualquier caso, hay que darle como a cualquier otro candidato, que inicia una legislatura los famosos 100 días de cortesía parlamentaria para conocer la magnitud y el alcance de sus medidas.

Cumpliendo con lo que decía en su programa electoral, ya ha anunciado que construirá el muro con México (no valla, dixit) y que derogará la reforma sanitaria de Barack Obama, que da cobertura médica a más de 20 millones de estadounidenses. Uno de los mayores logros sociales en la historia de la primera potencia del mundo. También su posición sobre el cambio climático es clara. No se destinará dinero a la lucha conra el cambio climático. Fiel a ese lenguaje bronco, populista y xenófobo que le ha ayudado durante la campaña, el presidente electo ha anunciado como hacen los falsos predicadores, que creará millones de puestos de trabajo, pero sin concretar nada más. También que rebajará los impuestos a la clase media. Obama creó a lo largo de su mandato más de 12 millones de puestos de trabajo, situando la tasa de paro en unos niveles nunca conocidos, que en la actualidad rozan el pleno empleo y se sitúa en torno al 4%.

Los ciudadanos americanos han votado a este magnate de las finanzas metido a político, que poco antes de las elecciones ponía en duda la legitimidad del resultado electoral, si no ganaba él, claro; cuestionando la democracia americana. A pesar de las injerencias de Rusia durante la campaña, que está siendo investigada, los demócratas han reconocido la derrota electoral y la legitimidad del resultado. Igual que hubiera hecho Trump.