A falta de que se celebren elecciones en Francia y en Alemania y se conozcan los resultados finales, Europa respira aliviada tras el triunfo del liberal Mark Rutte en las elecciones de Holanda, si bien va a necesitar el apoyo de varios partidos para poder gobernar, ya que se ha quedado muy lejos de la mayoría absoluta.

El ultraderechista y antieuropeísta Geert Wilders, sube en número de escaños de 15 a 20, pero lejos de gobernar el país, como algunas encuestas vaticinaban a pie de urna.

El movimiento populista que invade Europa es la principal amenaza para la democracia y es el resultado de una serie de malas políticas que se han aplicado, sobre todo, en materia económica para salir de la crisis, auspiciada por Alemania y su política de recortes, que se ha cebado en los más débiles. Ante el fracaso de la UE para dar respuesta a los miles de refugiados que huyen de la guerra y de la miseria en sus respectivos países y que buscan en Europa una vida más digna y segura; formaciones de extrema derecha como el Frente Nacional en Francia, Amanecer Dorado en Grecia o Alternativa para Alemania en el país germano han utilizado el fantasma de la inmigración y del terrorismo islamista para ganar votos y lanzar sus mensajes xenófobos.

Para combatir la escalada de los populismos de uno y otro signo es necesario más que nunca una Europa fuerte y unida, que sepa dar respuesta a los innumerables retos que tiene por delante y uno, sin duda, es dar respuesta a la mayor ola de refugiados que ha sufrido Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

En pleno siglo XXI estamos volviendo a ver imágenes, con gente muriéndose de hambre y frío, atrapadas en las fronteras, en manos de las mafias y sin ninguna esperanza de vida. Y Europa tiene mucho que decir y que hacer al respecto, para no caer en manos de los populismos trasnochados ni en los salvadores de patrias.