Mucha culpa de lo que ocurre en la calle, la tienen los políticos con sus discursos en ocasiones cargados de odio. Solo hay que escuchar a sus señorías en el Parlamento, lanzándose toda clase de improperios, a veces con un lenguaje soez y chabacano, metiendo cizaña. Y esa crispación se traslada rápidamente a la calle en su versión violenta.

Lo ocurrido con el hombre de 55 años asesinado en Zaragoza por un joven de extrema izquierda por lucir unos tirantes con los colores de la bandera de España es un poco el país que estamos construyendo entre todos. Las políticas de confrontación terminan fomentando el odio.

La violencia nunca está justificada. Da igual si se trata de la bandera de España o de la Republicana, si defiendes un ideario conservador o progresista. Para algunos, llevar puesta una pulsera con los colores de la bandera nacional o la camiseta de la selección es considerado un elemento fascista, cuando no debería ser así porque eso no denota ninguna connotación fascista sino en todo caso patriótica. Sentirte orgulloso de tu país, no es ser fascista. El fascismo es cosa bien distinta.

Hace poco tiempo una joven de extrema derecha fue agredida por un grupo de personas de la ultra izquierda a la salida de un bar al grito de fascista. El propio Miquel Iceta ha recibido insultos homófonos por parte de un profesor de la Universidad. Se trata, de momento, de hechos y casos aislados, pero no por ello debemos bajar la guardia.

Me pregunto, ¿qué clase de sociedad estamos creando entre todos? ¿Dónde ha quedado el respeto, la tolerancia y todas esas cosas, que nos hacen vivir en convivencia y de manera pacífica, respetándonos los unos a los otros?