Me enteré de la enfermedad de Ricardo Cardona y de su delicado estado de salud, unas semanas antes de que falleciera. Me lo comunicó una de sus hijas, Miriam.

Ricardo siempre fue una persona muy dialogante, gran conversador y ante todo un caballero. Un auténtico señor, diría yo. Ricardo convencía con la palabra. Era muy locuaz. Amigo de sus amigos.

Con una buena formación académica, era licenciado por la Universidad de Deusto en Derecho y Económicas, se hizo cargo de la empresa Paduana con tan sólo 24 años. Eran los años 60. Los años de la apertura económica, pese a otras limitaciones de marcado carácter en otros ámbitos, con el franquismo en pleno apogeo y la consiguiente falta de libertades y de democracia.

En el terreno empresarial , Cardona, ocupó cargos de mucha relevancia: Presidente de Ateval, la patronal textil valenciana, Presidente de Aitex, cofundador de Feria Textil Hogar, consejero del IVEX, vicepresidente de la CEV y de la Cámara de Comercio, Director general y presidente de Paduana, consejero de la papelera Clariana, consejero de Marqués de Cáceres ...

Su nombre se barajó para presidir Feria Valencia, pero renunció a esa posibilidad para dedicarse de lleno a la empresa familiar.

Pero yo quería, ya que me lo ha pedido el director de este periódico, destacar por encima de su amplio bagaje empresarial que todos conocemos, su talla humana e intelectual, que no es menor.

La historia del textil en la comarca de la Vall d'Albaida no hubiera sido la misma, sin la figura de Ricardo Cardona, cuya aportación y conocimientos fue, sin duda, muy importante para el resurgir de un sector, que por aquel entonces estaba todavía en pañales. Paduana ha sido un referente en el mundo textil y empresarial y Ricardo contribuyó sobremanera a su crecimiento y a su expansión internacional, en un momento en que las empresas españolas no tenían vocación exportadora. La empresa de mantas Paduana fue de las primeras en empezar a abrir mercados y a posicionarse en el mundo, como una empresa solvente.

Paduana, de la mano de Ricardo y también de mi tío José Simó Aynat, que asumió durante muchos años la presidencia, llegó a lo más alto del ranking de las empresas de su sector por su apuesta clara y decidida por la calidad, el diseño y la innovación. Posteriormente, la irrupción de la competencia asiática, con una mano de obra mucho más barata y con unas condiciones laborales absolutamente precarias e inhumanas; la aparición, primero, del edredón, y después del nórdico, así como, el mejor acondicionamiento de las viviendas, acabaron con la manta. La apuesta fue entonces diversificar el negocio hacia otro segmento de mercado, como era la tapicería y la decoración, que ha salvado a muchas empresas mono producto.

He tenido la ocasión de coincidir con Ricardo en dos consejos de administración, en uno de ellos como director general y en varias juntas de accionistas, como en el Hotel Astoria o en Marqués de Cáceres. En Paduana y en Clariana, donde yo también he sido consejero junto a mi padre, he compartido con él muchas horas de despacho y de números y aunque manteníamos discrepancias en muchos aspectos, siempre hubo mucho respeto entre ambos y sobre todo cordialidad.