Mientras todos los partidos democráticos franceses hacen piña a favor del candidato de centro derecha Emmanuel Macron, que ha pasado a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales francesas para disputar la presidencia a la ultraderechista Marine Le Pen, el candidato de extrema izquierda, el equivalente a Podemos para entendernos, Jean -Luc Mélenchon ha convocado a las bases para decidir su voto.

El último en pedir el voto para el centro derecha, tras el descalabro electoral de socialistas y conservadores, en un claro ejemplo de pragmatismo político para evitar el triunfo del FN como ya hicieran en las elecciones presidenciales de 2015, haciendo un frente común entre el centro derecha de Sarkozy y los socialistas, ha sido el presidente francés, François Hollande, que ha advertido de los peligros de una hipotética victoria de la ultraderecha en los comicios del próximo domingo 7 de mayo.

Aunque los sondeos sitúan por delante a Macron, no hay nada decidido y podría darse la sorpresa, como ya ocurriera en las elecciones de EEUU con la victoria de Trump, aliado de Marine Le Pen. Con un mensaje racista, xenófobo, antieuropeísta y antiglobalización, el FN ha conseguido aglutinar más de un 20% de votos en la primera vuelta y casi 8 millones de franceses le han dado su apoyo.

La unidad del voto es muy importante porque lo que está en juego es el futuro de Europa y, por tanto, de todos nosotros.

Las medias anunciadas por Le Pen en su programa político ponen en serio peligro la convivencia democrática y los valores de la República.

La elección es clara: fascismo o democracia. No hay más alternativa que votar contra la extrema derecha. Pero a la izquierda podemita esto parece importarle bien poco.