Todas las encuestas vaticinan una victoria de los independentistas el próximo 21-D, aunque lejos de una mayoría absoluta, vayan en una lista conjunta, como pretende el PDeCat, por pura supervivencia política porque saben que de lo contrario desparecen del mapa político; o por separado con una lista única, como acaba de ratificar ERC, que tiene muchas posibilidades de ser la fuerza política más votada, aunque falta por ver si con una mayoría suficiente para poder gobernar.

Si los partidos constitucionalistas, que ya han dicho que no van a ir en una candidatura o lista conjunta, como quería Ciudadanos, ni tampoco han despejado la incógnita de que harán después de las elecciones, no obtienen una mayoría suficiente para formar gobierno y desterrar al independentismo, estaremos en el mismo escenario previo a las elecciones, aunque con un panorama algo más complicado, si como todo apunta, los partidos independentistas salen más reforzados de estos comicios.

Entonces no habrá excusas para nadie sobre la legitimidad de los resultados.

Si, además, se da la circunstancia, de que los candidatos van a ser los mismos, las posibilidades de una solución dialogada son muy remotas y estaremos en el mismo punto de partida, con el coste añadido en términos económicos de estas elecciones. Puigdemont, ya se ha postulado como candidato y quiere hacer campaña desde Bruselas, pese a existir una orden de busca y captura contra él y los cuatros consellers que le acompañan en su periplo por tierras belgas para huir de la justicia y presentarse como mártir y víctima ante la comunidad internacional. También Oriol Junqueras repetiría por ERC, que pese a estar en la cárcel, acusado de varios delitos, ello no le impide presentarse como candidato. La CUP que tampoco descarta ahora ir a los comicios, pese a llamar al boicot, repite cartel con Anna Gabriel.

Todo ello hace pensar que los independentistas van a seguir manteniéndose en la misma hoja de ruta que han seguido hasta ahora, es decir, declarar la independencia y la república catalana, pero con la diferencia sustancial de que ahora podrán encontrar justificación a sus tropelías ante una hipotética victoria en las elecciones del próximo 21-D, lo que reforzaría su tesis en su lucha contra el Estado.

¿Qué hará entonces Mariano Rajoy? ¿Qué más artículos de la Constitución se pueden aplicar para desarbolar al nacionalismo que no sea otro que el diálogo?