Si hace dos años me hubieran dicho que iba a cruzar la meta de un medio maratón no me lo hubiera creído, todavía estaría riéndome. Fue cuando comencé a correr por un introducir en mi vida sedentaria un hobby saludable, que hoy es una pasión y un estilo de vida.

Desde principios de este año comencé a entrenarme con la única ilusión de hacer los tan ansiados 21.097 m, pero no lo decidí hasta terminar la 15K Nocturna de Valencia.

A partir de ahí empecé los entrenamientos específicos. Compaginar trabajo, maternidad, y sacar horas para entrenar no es sencillo y no siempre los pude cumplir. Sin embargo, se acercaba la fecha y me sentía fuerte, capaz y muy motivada por correr esta carrera. Y llegó el día€ el domingo 18 de octubre.

Me levanté muy temprano, tras una noche con muchos nervios, tomé mi desayuno habitual y repasé mi equipamiento. Ya preparada me dirigí al punto de encuentro con el resto de mis compañeros runners. Al bajar del taxi ya se palpaba la emoción del momento.

Los momentos previos a la salida fueron frenéticos. Suerte y más suerte era lo que nos deseábamos entre los corredores.

Crucé la línea de salida, pronto me uní con dos runners más.

Inicié la carrera a un ritmo suave sabiendo que el camino iba a ser largo. La emoción hizo que aumentara el ritmo.

Fue en el Km12 mi familia que me esperaban en este punto me dio mi dosis de energía. No pude contenerme y derramé mis primeras lágrimas.

Sin darme cuenta ya nos acercábamos al km 18. Al volver a ver a mi familia en el km 19 empezaba el momento de darlo todo. Las piernas comenzaron a pesar, pero no dejé de aumentar el ritmo. El momento de la llegada a meta fue tan emocionante que es difícil describirlo. Lo había logrado: dos horas llenas de emociones.