­A sus 69 años, Domingo Mengual Nicolás ya tiene decidido cómo va a entrar en la línea de meta del Maratón Trinidad Alfonso este domingo: «Pienso hacer el gesto de que estoy menando cuerda, como hacía de niño para ayudar a los pescadores en mi barrio, El Cabanyal. Será la manera de decir que todavía me queda mucha cuerda, que aguantaré aún más maratones, porque correremos hasta que el cuerpo aguante». Mengual es el más veterano de un grupo de cuatro amigos, completado por Manuel Gutiérrez (59 años), Manuel Sánchez (57) y Juan Francisco Rubio (54), protagonistas de una heroicidad en toda su dimensión: haber corrido y finalizado todas las 34 ediciones del maratón de su ciudad.

Levante-EMV reunió ayer, sobre la pasarela de la línea de meta de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, a tres de sus protagonistas. El cuarto, Juan Francisco Rubio, es el único ausente en la cita, ya que sus obligaciones laborales en Tarragona le impedirán estar en Valencia hasta esta noche. Cada uno de ellos ha sumado en esta prueba kilómetros suficientes como para ir corriendo desde Valencia a París. Palabras mayores para una longevidad competitiva extrema que tiene su principal combustible en «la emoción». Se trata de disputar cada maratón «como si fueses un novato». Ahí radica, como explica Mengual, su fuerza: «No hay secretos, hay suerte, mucho entrene y muchas ganas de disfrutar con el deporte. Cada edición y cada carrera son distintas pero la emoción es idéntica, la misma de la primera vez. Se me sigue poniendo la piel de gallina en la recta final de llegada», prosigue un Mengual que acaba, literalmente, emocionándose con su propio relato: «Este año va la emoción va a ser doble. Primero porque correr durante 35 años es mucho correr (pausa...). Y porque además este año va a ser el primero que corra junto a mi hijo. Es lo más grande que puede haber».

Los sentimientos que despierta la carrera reina del atletismo embargan también al resto de protagonistas. Manuel Gutiérrez, de la SD Correcaminos, se ha serigrafiado en su camiseta una imagen de Toni Lastra, compañero de fatigas e histórico impulsor del atletismo popular en Valencia, fallecido hace pocos meses: «Poder dedicar la carrera cada año es una motivación añadida para aguantar, poder finalizarla y seguir participando mucho más años. Con toda mi humildad esta edición quiero dedicarla a la memoria de Toni Lastra. Y también mi mujer y a mi hija que en febrero me hará abuelo».

De las carreras a la amistad

Manuel Sánchez, perteneciente al C.A. Llíria, tampoco es una excepción. Su mirada se va vidriando cuando rememora las anécdotas acumuladas con la titánica carrera desde 1981 hasta la última edición, en la que el fallecimiento de su madre coincidió mientras él corría. «Acabar todos los maratones es casi un milagro, requiere mucha preparación y también suerte, y que las lesiones te respeten», afirma mientras se señala una rodillera en su pierna izquierda con la que ha ido calmando una dolorosa artritis que se ha interpuesto en sus planes de preparación para el domingo.

El maratón encierra también una manera de entender la vida. Con el paso del tiempo, y a partir de un homenaje conjunto que se les hizo en la vigésima edición, entre los cuatro compañeros se ha forjado una estrecha amistad y, como ejemplo, Mengual suele invitar desde entonces a las respectivas familias a la Semana Santa Marinera de El Cabanyal.

En las primeras 34 participaciones han podido comprobar cómo ha cambiado no sólo la competición sino también una ciudad que ha ampliado sus confines. Hasta la aceptación de los espectadores es otra, más amable. Gutiérrez recuerda entre risas que en los primeros años los atletas eran motivo de chanza o «en ocasiones incluso nos insultaban» porque se les culpaba de los cortes de tráfico: «En el primer maratón éramos apenas 600. Ahora son más de 16.000. Comenzamos a correr en el año 1981 y por entonces no era un circuito únicamente urbano. Se salía de la Alameda e íbamos en dirección hasta El Saler. Atravesábamos la marjal, llegábamos hasta el antiguo Continente de Alfafar, íbamos por puentes y nos abrían un carril de la Pista de Silla... y ya después por Pinedo volvíamos de nuevo a la Alameda. Ha evolucionado mucho y con el apoyo de los patrocinadores se ha convertido en una carrera de primer orden mundial, con un gran apoyo popular. Y, ahora sí, el público también se vuelca y participa».

Cae la tarde y mientras se va poniendo el sol en las gradas y la tarima que ultiman los operarios, Mengual, Gutiérrez y Sánchez no dejan de sorprenderse de la magnitud que ha adquirido una prueba que, en la soledad de los primeros años, tenía un aire casi clandestino.

«Ha cambiado mucho. Sólo hay que ver cómo se hacían por entonces los diplomas. Los nombres se escribían a mano», interviene Sánchez. «Todo era diferente. Había muy poca información y medios. Hasta la preparación era más limitada y el trazado cambiaba muchos años. También cambian los retos. Cuando eres más joven piensas en las marcas. Ahora el objetivo desde hace varios años es acabarla. Algo que tras tantos años y esfuerzo es muy conmovedor y emociona. Era y sigue siendo toda una aventura, ayer y hoy», rememora.

La preparación se transforma con los años. Todos se aficionaron al atletismo popular en la adolescencia, a excepción de Mengual, que empezó a correr una vez se retiró del fútbol, ya pasados los 30 años, avanzándose a lo que se ha hecho norma en la actualidad, con el fenómeno del «running» en plena eclosión de popularidad. Mengual no cree que haya más trucos que el de no perderle nunca el respeto a la carrera: «Me entreno cada año como si fuese un novato», insiste. «Empiezo corriendo cien metros y luego ando. A la semana siguiente, aún sabiendo que podría llegar a los 30 kilómetros, corro 500 metros y ando. Y así lo hago. Con paciencia, pero a conciencia», describe.

El físico es el componente principal, pero la mente es la que acaba siendo decisiva para continuar compitiendo y, además, paladear la prueba con la misma intensidad de siempre. Así lo opina Gutiérrez, que trata de describir la «sensación de libertad» que le provoca poder correr cada año del maratón: «Se aguanta porque, por circunstancias, vas corriéndola año a año y, sin darte cuenta, no eres consciente de que vas acumulando un buen puñado de pruebas. Es una competición adictiva, se lleva dentro».

La cita del domingo no se contempla como ninguna última oportunidad ni despedida, ya que la motivación ni la supervivencia, como concluye Sánchez, no se discuten: «Mientras tenga ilusión por correr continuaré haciendo el maratón».

«Los músculos y los huesos se acuerdan de cada maratón»

Desde Tarragona, Juan Francisco Rubio, que corrió su primer maratón con 18 años y pertenece al club Cárnicas Serrano, señala una de las claves previas a cada carrera, y que se basa en escuchar al propio cuerpo: «El cuerpo tiene su propia memoria. Los músculos y los huesos se acuerdan del maratón cada vez que llega la época, unos tres meses antes de la carrera. El cuerpo se acostumbra y te pide su entrenamiento propio. Ahora se trabaja de manera distinta a los 20 años. No hago tantos kilómetros, antes podía acumular 400 a la semana. Ahora menos, aunque han mejorado muchas condiciones, como las zapatillas, la alimentación, los geles, los tratamientos de los fisios...». Rubio confiesa que le gustaría poder reunirse «con otros atletas que han corrido de forma ininterrumpida tantos maratones» y defiende que el prestigio actual de la carrera «es todo un reconocimiento a la labor de gente como Toni Lastra». Como el más joven de los «cuatro magníficos», aspira «si el corazón y la mente aguantan» a llegar hasta los «50 maratones».