No hace falta ser un lince para percibir la tibieza con que vienen actuando los sindicatos mayoritarios durante estos últimos años. Sus decisiones están condicionadas por el origen de su principal fuente de financiación e intentan nadar y guardar la ropa, pero no pueden evitar que su garantía de existencia sea al mismo tiempo el mayor impedimento para ejercer abiertamente en defensa del derecho al trabajo en condiciones laborales dignas.

La renuncia a financiarse mediante los presupuestos del Estado les concedería legitimidad para erigirse en verdaderos interlocutores sociales y reivindicar el fin de las partidas públicas asignadas a la pa­tronal, así como del dispendio en asesores políticos, Senado, diputaciones, etcétera El poder político ha encontrado un aliado inestimable en la actitud de CC OO y UGT, ya que han tenido oportunidad de proponer y defender la implantación de una banca pública que estimulara el tejido productivo, pero han preferido ser espectadores pasivos de la transferencia de recursos públicos hacia el sistema financiero privado. Estas centrales sindicales están pagando un precio muy al­to en desprestigio social y redunda en perjuicio de los ciudadanos, que vemos recortados nuestros derechos una semana tras otra, mientras los verdaderos responsables han logrado socializar sus pérdidas y privatizar los beneficios. Vicente Baquedano. Valencia.