La lectura de las declaraciones del presidente de la patronal Cierval, José Vicente González, sobre la «casta de los funcionarios» da a entender que lo que quiere es que el funcionario pueda ser despedido con la facilidad que hoy tienen los empresarios con la nueva reforma laboral. Si nos atenemos a criterios puramente economicistas podemos cerrar los hospitales y los colegios públicos de España y el ahorro sería mayúsculo. Sin duda que pasaríamos del déficit al superávit porque este tipo de empresas no genera el mismo tipo de bienes de consumo que las empresas privadas. Además, así tendríamos que pagar menos pensiones porque se moriría más gente mayor y, por otra parte, tendríamos más analfabetos a los cuales manipularía mejor la «casta de empresarios» a la cual el señor González representa.

Es lógico pedir que realmente el funcionariado desempeñe con honradez y eficacia su trabajo y estoy totalmente de acuerdo con evitar duplicidades. Sobre la primera cuestión le diré que yo, como funcionario, tengo por encima de mí personas cuya función es velar por que realice mi trabajo con eficacia. En la segunda cuestión entramos de lleno en la política. ¿Quién dijo que España debía tener 17 autonomías con otros tantos parlamentos y presidentes, sus correspondientes consejeros, directores generales, subdirectores, jefes de departamento, asesores, etcétera? Aquí es donde cabe la picaresca «made in Spain» de enchufar al familiar, amigo, consorte y demás parentela. La mayoría de los funcionarios lo somos por haber acudido a un concurso de oposición libre y abierto y haber aprobado. No todos lo consiguen porque cada año se siguen cubriendo verdaderas plazas de trabajo con interinos. Es más, si la situación continúa así y no se cubren las bajas por defunción y jubilación, en unos años el señor González tendrá lo que quiere: empleo barato e ines­table.

En definitiva, castas no, duplicidades tampoco y funcionarios los necesarios y eficaces.