Si yo fuera la responsable de la limpieza de Valencia me daría vergüenza pasear por las calles peatonales del centro de la ciudad, llenas de suciedad; por sus zonas verdes deterioradas por la dejadez absoluta; por los barrios, donde la basura y la mugre piden a gritos unas mangueras con agua y detergente para limpiar los rincones de los orines de los perros. Menos mal que, cuando se pasea, se mira la arquitectura que es un valor del que nadie duda. Hay que mirar a lo alto y de paso pedir que llueva para librarnos de la insalubridad de los suelos de la ciudad. Por Dios, que sea pronto y abundante.