Parece que están descendiendo en picado las denuncias presentadas por violencia de sexo, al mismo tiempo que se incrementa el número de las que son retiradas. En concreto dicen las cifras, que nunca mienten pero que luego se dejan interpretar de múltiples maneras, que por quinto año consecutivo, en 2012 las mujeres que formalizaron su denuncia fueron un 4 % menos que el año anterior. Y fueron 15.000 las denuncias que se retiraron por razones que cada cual es libre de imaginar.

Todo apunta en una sola dirección, la de que las mujeres se callan o se arrepienten de haber hablado porque temen no haber tomado la decisión correcta. Y es lógico para cualquiera que reflexione sobre cómo la dependencia económica y la inseguridad que sufren estas mujeres y sus criaturas se intensifican en una situación como la que estamos atravesando. La incertidumbre sobre el futuro que les espera así como la desconfianza en la protección que pueden esperar de una sociedad que está poco a poco abandonando a los más débiles y vulnerables es sin duda un obstáculo de gran importancia para tomar graves y complejas decisiones.

Pero sin embargo, de esa decisión, la de romper con su maltratador y denunciar una situación que no suele tener otra salida, depende ni más ni menos que el derecho básico de estas mujeres que es el derecho a vivir. Por ello, las políticas de recortes que se empeñan en rediseñar una sociedad clasista, insolidaria y absolutamente materialista donde el bien común no es más que un tópico abandonado y la protección social un espejismo inexistente, han de asumir su responsabilidad no sólo a largo plazo, sino de forma inmediata en el daño que están causando, aquí y ahora, a las esperanzas de futuro de muchas mujeres y sus criaturas.

Por la misma razón, la lucha contra los recortes, contra el desmantelamiento de los servicios sociales y contra la supresión de la red asistencial es un compromiso urgente e irrenunciable para todas las personas que no pueden consentir que se de un solo paso atrás en una batalla en la que, sobre todo, pierden las mujeres pero también toda la sociedad.