Vergüenza ajena es lo que, como yo, sentirán muchos españoles tras la comparecencia del presidente del gobierno en sede parlamentaria. Y es para sentirla, pues Rajoy, echando balones fuera, amparándose en todo lo bueno que está haciendo este ejecutivo, se olvidó de contestar a las preguntas de a lo que verdaderamente tenía que contestar con claridad: a la financiación irregular del PP, al pago de sobresueldos en negro y a su permisividad y colaboración en el mantenimiento de Luis Bárcenas en el partido; negando, en lo que no pudo eludir, cuestiones que finalmente saldrán a la luz cuando los tribunales las juzguen, siendo entonces cuando se conocerá si Mariano Rajoy ha dicho la verdad, para su gloria, o ha mentido, para su destierro. Y para colmo ha pretendió hacer creer que la imagen de España se ve dañada por intentar que la verdad vea la luz; cuando el daño lo ha causado la corrupción y la miseria de la gestión política de quienes nos gobiernan. Es la segunda vez en poco tiempo que escuchamos, más o menos, «lo siento, me he equivocado»; la primera por el jefe de estado, la segunda por el jefe del ejecutivo; una verdadera vergüenza para cualquier país. Antonio Giménez López. Torrent.