Soy padre de una alumna de 3º de Primaria del Colegio Público Verge dels Desemparats. Como cualquier otro padre o madre deseo que mi hija tenga la mejor educación posible. El colegio de mi hija creo que cumple las condiciones, tanto por el plantel de profesoras como por las instalaciones (recientemente reformado y acondicionado). Además, es el centro al que yo fui de pequeño, y aunque entonces estaba bastante desvencijado (la fecha de su construcción es 1931) me dieron una buena enseñanza.

En 2013 las condiciones del colegio han mejorado bastante. Los resultados educativos siguen siendo bastante buenos. Creía que mi labor como padre sólo consistía en ayudar en los deberes y repasos y en acompañarla y recogerla del colegio. Y poco más. Pero el curso pasado la cosa cambió. Ya hubo varias convocatorias de huelga, y de manifestaciones. Y este curso se empiezan a repetir. Se escuchan quejas por la falta de recursos. La preocupación por la devaluación de la calidad de la enseñanza es comentario cotidiano.

Una preocupación que se produce por dos razones: los recortes y la Lomce. Ambas pueden alterar el panorama casi idílico que se vivía cuando mi hija comenzó la enseñanza obligatoria. Esos cambios no presagian nada bueno para mi hija, ni para los demás alumnos de la enseñanza pública. Y tampoco para nosotros como padres, pues lo que sea malo para nuestros hijos, lo es para nosotros mismos.

Ante ese panorama, con casi 50 años he tomado la determinación de regresar a la enseñanza, no como alumno, sino como padre preocupado porque la enseñanza que reciba mi hija y sus compañeros de colegio sea la mejor posible. ¿Cómo? Participando en la AMPA, presentándome al Consejo Escolar, colaborando en lo que pueda y sepa, y animando a otros padres a que también lo hagan. Tenemos que participar, al menos votando en la elecciones de representantes en los consejos escolares porque nuestros hijos no tienen edad para hacerlo. Porque la enseñanza importa. Por nuestros hijos. Ellos nos lo agradecerán.