En los años 60, España vivía hambre y precariedad, tanto en las provincias como en las capitales. Muchísimos españoles emigraron con una triste maleta, los bolsillos vacíos y el corazón encogido. Cuántas madres lloraron despedidas, cuantos hijos lloraron sus muertes sin visitas, sin móviles, sin webcam, sin más contacto que unas líneas escritas, unas cartas de cuando en cuando, que muchas madres no sabían leer. Siempre había alguien solidario... que se las leyera y quizá las adornara para frenar lágrimas. Aquellos españoles, pensionistas hoy, despiden muchos a sus hijos ahora o quizá, lo que es más penoso, sostienen el peso de la familia entera sin esperanza pero como siempre hicieron con lucha, con sus pobres pensiones congeladas. Y a día de hoy, van a Hacienda, con sus bastones, con su díficil andar, a que les expliquen qué significan esos folios interminables que reciben por triplicado, significan que tienen que pagar y mucho, por aquellos años, no lo declararon en sus rentas, como aconsejaba Hacienda, pues ellos legales la mayoría presentaban sus certificados del extranjero, donde había un pie de página que decía: «no declarable a efectos fiscales», Hacienda no tenía medio de controlar las pensiones extranjeras, ahora si, por lo que !bingo! recaudación a la vista, pero no a partir de este momento, no, con efectos retroactivos. No se sanciona a los pensionistas, pero sí se les cobran intereses de demora. ¡Ah! pero vienen las elecciones, bien pues rectificamos, pague usted al contado y le restamos los intereses. Somos considerados, somos majos, ¿qué son 3.000 o 10. 000 euros para un pensionista?

La respuesta es obvia, pero para Hacienda, no es baladí, son muchos euros, tantos como emigrantes que se marcharon. Buena recaudación, sin duda. Hacienda somos todos...¿seguro? ¿y las deudas fiscales de los clubes de fútbol? Eugenia Oller. Valencia.