El mundo político se está volviendo fundamentalista. La derecha se empeña en que no hay nada como la iniciativa privada, el libre mercado, con poca regulación o ninguna ( aunque protegiendo a los amiguetes), el menor peso del Estado posible y con la mínima protección laboral. La izquierda se decanta por todo lo contrario: más Estado, más iniciativa publica, más regulación y protección (beneficiando a los amiguetes). Las opciones de unos y otros en política económica, sean austericidas y depredadoras o pródigas e igualitarias, se resumen en vestir a un santo desnudando al otro.

Este es el panorama en el que tenemos que saber navegar quienes no creemos en fundamentalismos de ningún genero, exceptuando la democracia. Pero moverse por el centro no es fácil, ni siempre es bien entendido. Cuánto Estado es conveniente en cada coyuntura económica y, especialmente, en las fases de transición en cada revolución industrial; cuál es el nivel de protección adecuado para mantener la civilización y evitar la barbarie; cuánto y como estimular la iniciativa individual, la creatividad, la adaptación a una sociedad nueva del conocimiento, de la impresión en 3D; cuánto de solidaridad y cuánto de darwinismo social hay que saber aplicar en cada momento...

Los que no creemos en los fundamentalismos, los que pensamos que lo importante no es lo que ocurre en las dos orillas, sino en el flujo de los acontecimientos entre ellas, valoramos el diálogo permanente, los métodos y formas democráticas para salir de los atolladeros. Las políticas de austeridad y su empecinamiento con Grecia han demostrado que conducen a un callejón sin salida. Si queremos una UE que sea un ejemplo, debemos perseverar en un diálogo abierto, objetivo, sin que influyan las dos orillas más de lo que deben. Escucho a más gente diciendo que Grecia no es Europa. Vamos a tener que explicar mucho más las posturas de centro y desmenuzar nuestros argumentos. Nos va el no caer en la barbarie. Francisco López Cordón. Valencia