Soy valenciano y me gustan los fuegos de artificio. Pero en la fiesta, no en la política. A pesar de estar cerca de los 60 siguen poniéndome nervioso los mismos hechos que en la juventud. Respondo con agresividad al intento de engañarme y a la injusticia manifiesta. En breve, se iniciará otra campaña para las elecciones al gobierno y el espectáculo comenzará de nuevo.

La política se hará en los platós de televisión, planteándose cuestiones que únicamente sirven para alimentar la falacia de la existencia y supervivencia de una figura innecesaria como los partidos políticos. Sin ocultar el hecho de que soy ácrata convencido, siguen existiendo puntos que deberían formar parte de un verdadero ideario político y que nadie expondrá públicamente, bajo el conocido principio de que el pueblo masificado no debe conocer puesto que la alarma social no es conveniente.

Nadie explicará por qué los partidos políticos son el único formato de gobierno posible. Después, gane quien gane, todo seguirá igual. Se habrá superado de nuevo el dilema de las tres r.

Es posible la ruptura sin revolución, mediante las fallidas reformas. Se atenderán a modelos más que a objetivos. Pero como dice una buena amiga, ¿y si por una sola vez, la sociedad exigiera verdades básicas, bajo la posibilidad de la utopía de no votar, de abstenerse en masa y observar entonces cuál sería la reacción del sistema? Sé que ese escenario nunca se contemplará. Pero, ¿y si...? Ángel Alemany. Valencia.