Supongo que habrán visto el reciente vídeo en que una reportera húngara agrede a refugiados, en su mayoría sirios, que en una caótica avalancha tratan de franquear un cordón policial en la localidad fronteriza de Roezske. El viral es especialmente indignante en la secuencia en que la periodista zancadillea a uno de los refugiados, que cae derribado con su hijo en brazos. Sin duda, esta señora (que también ha recibido una patada, pero en el trasero, pues la han despedido del canal de televisión para el que trabajaba) es incapaz de comprender que aquellos a quienes trata de impedir el paso son personas, familias enteras, que salieron de sus casas con lo puesto huyendo de la barbarie en un éxodo al más puro estilo bíblico.

Me sorprende la cantidad de comentarios que en las redes sociales avalan la reacción mezquina y cobarde de la periodista y consideran el aluvión de refugiados un riesgo para nuestro bienestar. El drama de los refugiados plantea un problema humanitario que hemos de resolver, no temer. Pero la verdadera amenaza que se cierne sobre el dorado Occidente de derechos y libertades es real; se hace llamar Estado Islámico y campa a sus anchas en Oriente Medio. Gerardo Diego Rocher Catalán. Valencia.