Hace tiempo, alguna marca de automóviles, no recuerdo cuál, basaba su imagen de calidad en la afirmación «un auto alemán». Y realmente parecía existir un cierto respeto hacia aquellas marcas; en particular, la Volkswagen era desde hacía años una de las más seguras y tras la absorción de varias empresas europeas terminó en la práctica por absorber a Seat y Skoda, dando la apariencia de que con la absorción éstas adquirían una imagen de garantía superior a la que habían ofrecido anteriormente.

Ahora, a la empresa alemana se le ha descubierto en un delito flagrante. Nada menos que por haber instalado en muchos de sus automóviles un sistema sofisticado para ocultar su alto nivel de contaminación en los procesos de control de emisiones a que se someten los autos en la mayoría de los países en donde existe legislación de control de la contaminación. No se trata de una pequeña trampa entre pícaros. El sistema instalado a conciencia en los automóviles diesel es el resultado de un trabajo serio de I+D para defraudar; los ingenieros han trabajado bien para hacer pensar que sus autos no generaban la contaminación que provocará enfermedades y muertes prematuras en las ciudades en los que circulen. Y como consecuencia de ese negocio, hoy se enfrentan los intereses de diferentes actores:

1. Los propietarios de automóviles en los que posiblemente han sido instalados los equipos de enmascaramiento se encuentran asustados (llegaron a colpasar el teléfono de información ofrecido por la empresa) porque se arriesgan a que, en aplicación de la legislación de sus países, como sería lógico, sus autos queden excluidos de la autorización a circular por superar, en mucho, los límites que marcan la Inspección Técnica de Vehículos (ITV).

2. La Administración pública no se atreve a actuar y se manifiesta expectante (a ver qué pasa) en espera de las soluciones que la marca pueda proponer para dar solución a los excesos de contaminación que, de hecho, generan sus vehículos diesel. Ni EE UU ni Europa está respondiendo ante el problema.

3. Los trabajadores de las plantas que producen esos automóviles en todo el mundo están preocupados, pues ven peligrar sus empleos. En España son varias decenas de miles contando la mano de obra directa e indirecta. Las expectativas de ampliaciones de plantillas se ven amenazadas.

4. La empresa Volkswagen reacciona despidiendo a algún directivo en una especie de «¡qué barbaridad, no sabíamos nada!». Al mismo tiempo se plantea una modificación de su política de inversiones. En particular en España tenía previsto invertir unos 3000 millones de euros que de momento ha decidido posponer hasta estudiar cuales son las salidas a esta crisis.

En este teatro parece que los cuatro colectivos se miran entre sí para ver quién es que primero mueve las fichas. Pero el tiempo pasa. Si los autos son, pese a las medidas fraudulentas que dan en la ITV, tan contaminantes como se dice, la Administración debería proteger la salud de la población de las ciudades limitando el tránsito de los vehículos en cuestión. La decisión de la fábrica internacional de suspender las inversiones tiene todo el aspecto de una amenaza al Estado (a todos los Estados); algo así como «atención con lo que haces, que te voy a provocar un problema muy serio si cierro las planta de tu país». ¿Se trata de un jaque al Estado?