Con buen criterio, desde la Conselleria de Vivienda se ha requerido a todos los municipios que reconsideren todas las recalificaciones de terrenos que se han producido durante los años en los que la burbuja inmobiliaria fue hinchándose gracias a la normativa de barra libre del PP y con la inestimable ayuda de la sobrefinanciación que ofrecían las cajas de ahorros. Ahora se pretende que los ayuntamientos adopten acuerdos por los que todos los PAIs que no se han desarrollado pasen a ser otra vez suelo no urbanizable común.

Sin embargo, no todo el suelo es igual. No nos podemos permitir el lujo de descalificar todo aquel suelo que se considere «productivo». Es decir, ni el suelo industrial, ni el terciario, ni aquel destinado al turismo como el asociado a campos de golf y hoteles, debería ser revertido porque el esfuerzo de tramitación administrativa y medioambiental es realmente ingente. Ese suelo debería desprogramarse, pero no volver a la casilla de inicio del suelo rústico y obligarnos a empezar de nuevo si se revitaliza la economía o hay inversores interesados en invertir.

Otra cuestión es el abandono de los huertos que se han intentado recalificar. Las consellerias responsables deberían adoptar medidas para su recuperación, que no es fácil. Vicente J. García Nebot. Valencia.