Pasó una nueva Semana Santa, con sus procesiones, pasos, doseles y el Triduo Pascual que pone punto y seguido a una fiesta religiosa que ha echado raíces en nuestra cultura y forma parte, lo quieran o no, de nuestra historia... para siempre.

Cientos de miles de personas han realizado sacrificios varios durante estos días y durante toda la Cuaresma: fumar menos y andar más, apagar la tele y tener a mano algún libro, cargar con el peso compartido de un paso o con una cruz, participar en una procesión durante un montón de horas... Muchas menos personas habrán tenido en cuenta los días de abstinencia; eso de no comer carne los mayores de catorce años; y de seguro habrán elaborado el menú de la casa a base de verdura y pescado con recetas de toda la vida.

Pero, ¿qué habrá pasado con el ayuno? ¿Aún hay personas, mayores de dieciocho años, que habrán guardado el ayuno el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo? Sí, ese comer menos durante esos dos días: desayuno ligero, no almorzar, comida normal, no merendar y cena frugal. Un acordarse de uno de los padecimientos de Jesucristo.

Pasó la Cuaresma, la Semana Santa y llegó el Tiempo Pascual, tiempo de gozo y de agradecimiento. Y, si Dios quiere, el próximo año tendremos una nueva oportunidad para dar «a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César». ¡Qué suerte la nuestra! Jesús Asensi Vendrell. Algemesí.