El pasado día 18 de abril leí un artículo sobre un niño que ha cambiado de colegio por acoso escolar. En esa información eché en falta un dato. En mi opinión faltaba, en letras grandes, el nombre del colegio y, si fuera posible, el nombre del director. Parece ser que el niño tiene razón, impera la ley del silencio. Este colegio merece ser marcado, al igual que su director y todo el claustro de profesores, para poner en evidencia su total y absoluto fracaso en las labores educativas que les han sido encomendadas. No es posible que un hecho de estas características pasara desapercibido para todos. Creo que todos son unos fracasados en el desempeño de su labor.

Lo lamentable es que su ineptitud ha tenido funestas consecuencias para un niño cuya educación les había sido encomendada. Y los padres de los demás niños que acuden a ese centro deberían saber a qué tipo de personajes han confiado a sus hijos. Estos profesores son el ejemplo más claro del uso peyorativo que se hace de la palabra funcionario, van a cumplir su horario y no les importa el entorno que les rodea, sin implicarse en la verdadera educación de los niños. En fin, lamentable. Vicente Miguel Molina Marco. Valencia