Nunca hubiera imaginado que llegaría a desear ser un discapacitado y tener una minusvalía del 33 % que me permitiese elevarme por encima de la ceniza de ese cúmulo de desempleados mayores de 45 años, porque aunque no me siento combustionado por completo, la actual dinámica de contrataciones protagonizada por un tejido empresarial sin ambiciones de superación me trata como un producto ya consumido y combustionado. Ser o no ser discapacitado en España, hoy marca la diferencia. David Pérez López. Valencia.