Por fin lo van a volver a conseguir, y es que quizá ya lo tenían previsto cuando decidieron no acogerse al euro y seguir con su propia moneda. El Reino Unido abandonará la Unión Europea porque sus ciudadanos así lo han estipulado. Ahora también Escocia reclama un nuevo referéndum de independencia y algunos líderes políticos de países diversos también desean consultar a sus ciudadanos si desean la independencia o seguir «bajo el yugo» europeo.

Porque es más que seguro que gracias a esta decisión el Reino Unido resurge de la nada y vuelve a alcanzar el esplendor de antaño, cuando sus piratas sembraban el terror por los cuatro mares. Seguro que con su salida de Europa ya no van a tener problema alguno de inmigración ilegal y van a poder conservar su moneda, sus tradiciones, el conducir por la izquierda y hasta cierta pureza racial. Se van a convertir en el espejo donde se reflejarán todos los nacionalismos florecientes, ésos que suspiran día tras día por liberarse de la opresión invasora de pueblos bárbaros. Catalanes, vascos y gallegos gozan porque «sí se puede» y porque Iglesias, al igual que Cameron hizo, les ha prometido un referéndum para que ellos solos decidan su destino y tengan la posibilidad de vivir en libertad: con su lengua, su moneda, sus tierras y sus fiestas populares. Porque es más que seguro que todos sus males; desempleo, corrupción, abandono escolar, la sequía...; se solucionarán a los pocos segundos de lograr su independencia.

Y del mismo modo, los catalanes y demás nacionalismos serán el modelo a seguir para cientos de pueblecitos españoles que se sienten diferentes, hasta un poco mejores que el resto, y que aspiran a esa independencia que es el remedio a todos los males habidos y por haber. Y ahí no quedará la cosa, pues barrios enteros y hasta domicilios particulares alzarán su voz para proclamar su propia república independiente... La locura independentista alterará el ánimo de todos los miembros de nuestra familia y hasta se difuminará ese deseo de algunos progresistas de vivir como en una tribu. Y es que todo no puede ser, claro está.

Pues nada, dejo ya de escribir pues he de ir a presentar mi candidatura a la presidencia de mi despacho. ¡Menos mal que también soy el único registrado en ese censo! Jesús Asensi Vendrell. Algemesí.