Albert Rivera ha cometido una serio error que tal vez evidencie su auténtico tono político: la de pedir al rey que interceda ante el PSOE para favorecer la investidura del presunto candidato, Rajoy. Pero bueno ¿no era un ferviente constitucionalista? ¿Cómo se ha atrevido, entonces, a tratar de saltarse la constitucional neutralidad del jefe del Estado? ¿Acaso su fundamental e inquebrantable constitucionalismo lo es, solo, en función de su conveniencia? La verdad, creo que a Rivera se le vio el plumero.

En una reciente intervención, la vicepresidenta en funciones, Sáenz de Santamaría, con su habitual gesto, un punto autoritario, lanzó un mensaje ciertamente amenazador: «Si no hay una investidura en agosto, los jubilados y funcionarios se podrían ver afectados porque sus pensiones y salarios no se revalorizarían automáticamente». Los demás gastos del Estado, salarios de políticos o pago de los intereses de la deuda, por ejemplo, serán, al parecer, satisfechos con normalidad. Solo funcionarios y jubilados parecerían adentrarse en un mundo de preocupante precariedad. Aunque luego trató de enmendarse, señora, no dude que le vimos el plumero. Jaume García. Valencia.