Se habla mucho del peligro de las redes sociales. Ese entorno idóneo para que acosadores campen por sus anchas atacando ilícitamente a personas, por lo general a gente conocida o famosa. Estos últimos saben que son más vulnerables que el resto y tarde o temprano van a ser víctimas de algún tipo de acoso.

Voy a hablar del caso de Lara Siscar. La periodista y escritora gandiense cesó su actividad (¿definitivamente?) en Twitter. En un mensaje en dicha red social, anunciaba al final del mismo textualmente «Tras años peleando con Twitter aquí dejo esto». Una decisión tan drástica como comprensible que tuvo que tomar para poner fin a una serie de constantes acosos por parte de un malhechor.

El modus operandi de este individuo era que cada vez que ella escribía un tuit, éste le atacaba con injurias, coacciones, calumnias y todo tipo de mensajes vejatorios y ofensivos contra su persona. Pero no bastaba con bloquear esa cuenta. Él la cerraba, creaba otra... así hasta más de cien, y volvía a las andadas sin que Twitter hiciera nada al respecto. Como diría la propia Lara, «no hay solución sin identificación».

La cuenta de Lara Siscar era como estar en el Ateneo, en el que se podía hablar de todos los géneros culturales o de cualquier tema de actualidad. Pero ¿y si allí entrara un gamberro dando voces e insultando? Que lo echarían a patadas porque tienen derecho de admisión. En Twitter se ve que no lo tienen. Una pena. Roberto García Cabrera. Valencia.