El consejero de Educación valenciano, el maestro Vicente Marzá, se ha dejado llevar por la impaciencia de la incertidumbre y el pasado dos de septiembre decidió iniciar un camino sin retorno. Y es que esperaban que, tras las elecciones de diciembre, la ley educativa del PP estuviese ya derogada y la Religión fuera de la escuela gracias a una nueva ley progresista. Pero no, pues seguimos sin Gobierno central y camino de las terceras elecciones. Entonces, visto el panorama conservador que aún en funciones predomina en España, Marzá ha decidido a destiempo reestructurar los horarios y las plantillas de los maestros de Religión de los colegios públicos. Tanto es así que la orden se emitió el pasado dos de septiembre y es por eso que a día de hoy, a mediados de mes, reina la incertidumbre en muchos centros escolares que desconocen quién va a dar esta asignatura.

Sin tiempo a reaccionar, muchos maestros han pasado a tener una media jornada que les hunde en la precariedad laboral y les impide cobrar indemnización alguna por parte de la administración al no mediar despido alguno.

El consejero Marzá sabe que no va a tener una movilización callejera a favor de los maestros de Religión y en contra de esa norma que va a afectar a la calidad de la enseñanza de esta área. Es consciente que en la sociedad actual predomina el laicismo y que las personas creyentes y consecuentes con su fe son minoría. Eso sí, también tiene claro que muchos maestros, afiliados a diferentes sindicatos, van a acudir a los tribunales y van a luchar por su derecho a un trabajo digno y por el cumplimiento de la legalidad vigente, marcada por los acuerdos Iglesia y Estado de hace casi cuarenta años.

El señor Marzá sabe que el tiempo corre a su favor, que la justicia en este país es lenta. Espera también que cambie pronto el signo político del Gobierno central, que se deroguen esos acuerdos del pasado y que se legisle una nueva ley educativa donde impere el laicismo y la preponderancia de lo público. Así, de ese modo, todas las causas abiertas en su contra quedarán archivadas y sin consecuencias políticas.

Esto no ha hecho nada más que comenzar, pero también es verdad que tenemos lo que nos merecemos, lo que hemos elegido en libertad gracias a nuestros derechos constitucionales. Vivimos en una democracia y hemos votado en conciencia, tanto en las elecciones autonómicas como en las nacionales. Y es que, lo admitamos o no, España es ya una tierra de misión. Jesús Asensi Vendrell. Algemesí