Mi padre se muere por culpa de los médicos españoles. La sanidad española lo está matando. Nos están dejando morir. Todo es burocracia. Mi padre se encontraba mal, con dolores que le impedían comer. Adelgazando terriblemente, sin apenas poder andar, mareándose.

Al médico pues. Y esto es lo que pasa.

Primer paso: Ir al médico de cabecera a pedir cita. Dan cita una semana después. Segundo paso: el médico le manda pastillas, lo de siempre, calmantes, antiinflamatorios y si no mejora, vuelva usted en diez días; pasan los días y no mejora. Tercer paso: vuelta al ambulatorio a pedir cita y se la dan para una semana después. Cuarto paso: el médico le da un tratamiento más fuerte y si no mejora, vuelva usted en dos semanas.

Pasan las dos semanas: está cada vez peor, se le marcan las costillas y el dolor es insoportable. Quinto paso: vuelta a pedir cita y pra una semana después. Sexto paso: el médico decide que vaya al especialista y le dan cita para un mes y medio después. Aumentan los dolores, disminuye su peso y sus defensas, apenas duerme. No aguanta y lo llevamos a urgencias al hospital. Le hacen pruebas como para disimular: al tener la cita pendiente, ya le harán lo que le tengan que hacer en el especialista. Empeora.

Mi padre, aventurándose, se va al banco a cobrar su pensión, la que necesitamos su hija y nieto para sobrevivir porque estamos desempleados. Allí se desmaya: llaman a una ambulancia, le atienden y un policía local lo acompaña a casa. Al día siguiente, lo llevamos al hospital, de urgencias. Después de unas cuantas horas de espera, lo ingresan. Miran y remiran y tras las pruebas pertinentes nos comunican que padece cáncer de páncreas, se le está pasando a los pulmones y apenas le auguran unos meses de vida.

Mi padre se muere. Los médicos lo están matando, les importa un bledo su vida, se pierden en burocracias, hipocresías y sólo piensan en coger sus vacaciones y cobrar su sueldo. ¿Para qué entonces se hicieron médicos? Mejor que mi padre se muera, ¿verdad señores médicos, señores políticos? Un señor de 80 años mejor que se muera, así una pensión menos que pagar.

Mi padre se muere, ¿y a quién le importa? Un viejo menos que mantener. Una hija y un nieto que tampoco le importan a nadie si luego se quedan sin padre, sin abuelo y sin recursos. Esta es la realidad, la pura y cruel realidad de los españoles desde hace tiempo.

Mi padre se muere. Y yo no puedo hacer nada para salvarle. Tan sólo escribir esto. Consuelo Jover Rodríguez. Valencia