No puede calificársele de de otra forma, sino como el "fundamentalista del déficit cero", al veterano ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble.

Como si se tratase de un severo maestro de escuela dispuesto a castigar la mínima desviación, el político cristianodemócrata no quiere hacer la mínima concesión.

La Comisión Europea ha propuesto que los países del euro gasten el próximo año como media un 0,5 por ciento de su Producto Interior Bruto más de lo previsto.

Eso significa que los países que, como Alemania, puedan permitirse más de ese medio punto por el saludable estado de sus finanzas, deberían hacerlo.

Pero una vez más, el ministro ha dicho "no" : el sacrosanto pacto de estabilidad está para cumplirlo€sin que parezcan importarle las consecuencias para sus socios.

Y, sin embargo, incluso comentaristas de la propia Alemania no dejan de advertirle de la necesidad de dejar más flexibilidad a los países en su cumplimiento ante el peligro populista que se cierne sobre Europa.

Flexibilidad de la que por cierto se benefició ya la propia Alemania cuando le convino, como también Francia, a que aún sigue concediéndose - eje fanco-alemán aconseja - cierto margen de maniobra.

O ahora mismo incluso Italia porque hay que evitar que Matteo Renzi pierda su referéndum sobre la reforma constitucional, lo cual desestabilizaría a ese país clave del sur de Europa.

¿No deberían aumentar el gasto todos los países del euro con presupuestos sólidos como, además de Alemania, Holanda, Austria, Finlandia, tal vez Irlanda o incluso los bálticos?

Gasto que debería dedicarse a modernizar las infraestructuras - a veces en lamentable estado en la propia Alemania- a reforzar sus redes de comunicaciones y de datos.

El panorama que pintan algunos, si continúa la actual miopía alemana y de sus incondicionales, es más bien negro ya: podría estar hablándose de la desintegración de la Unión Europea.

¿Se imagina en efecto el lector un futuro consejo europeo integrado por personajes como la francesa Marine Le Pen, el holandés Geert Wilders, el italiano Beppe Grillo y el austriaco Heinz-Christian Strache?

Sólo pensarlo, da escalofríos.