Hace unos días, el Congreso de los Diputado debatió la aprobación del suplicatorio para el diputado catalán Francesc Homs por su presunta responsabilidad en la organización de la consulta popular, considerada ilegal, realizada en Cataluña el 9 de noviembre de 2014. En el momento del inicio de la sesión, las cámaras del canal de televisión apuntaron al techo del salón de plenos, dando una imagen fija y sin sonido. Imagen muy parecida a la que se produjo el 23F de 1981, aunque bien es verdad que sin el sonido de las balas pero también sin el sonido de las palabras en un lugar llamado parlamento.

Sin entrar en el fondo del desenlace democrático de la sesión, sería necesaria una explicación de esta faceta parlamentaria oscurantista cuando el interesado había solicitado luz, taquígrafos y publicidad en el debate. Es posible que viejas normas reglamentarias obliguen a esta forma de hacer política. También la muerte triste y respetable de Rita Barberá ha puesto de manifiesto la urgente necesidad de actualización de la parte de nuestro ordenamiento jurídico que permanece con la imagen fija y congelada desde mucho antes de que la televisión se inventara, al tiempo que han aflorado la hipocresía y la mezquindad que siguen siendo, junto con otras conductas, estímulo para el crecimiento de la desafección ciudadana y de los movimientos populistas.

¿Qué han dejado de hacer en 40 años el poder legislativo y los distintos gobiernos para que el presidente del Tribunal Supremo afirme que buena parte de nuestra legislación penal en vigor está hecha para el robagallinas? ¿Se han de producir situaciones lamentables para que los responsables de actualizar nuestra legislación y de la eficaz administración de la justicia lancen el clamor del cambio? ¿Tienen los ciudadanos motivos para pensar que en lo relativo al funcionamiento eficaz de un Estado de Derecho hemos estado gobernados y legislados por omisión por un grupo de irresponsables?

Sería deseable que la energía y las escasas neuronas que dedican al anuncio de las plagas y amenazas de radicalismos y populismos las dedicaran a enderezar sus conductas, poner más rigor, dedicación y empeño en su trabajo y a construir una sociedad más justa, digna, formada, moderna y laboriosa.