Cuando era un niño y en las capitales y grandes ciudades abundaban los solares y extensos descampados, solíamos disfrutar en los juegos emulando a nuestros guerreros de ficción armados con nuestras espadas de madera simulando avezados espadachines que a nosotros se nos antojaban verdaderos héroes. Hoy en día, cuando ya no se lee ni a Alejandro Dumas, Julio Verne o Emilio Salgari, pongamos por caso, y cuando los héroes de verdad, de carne y hueso, no se prodigan precisamente, los busques por donde los busques, es conveniente cambiar el punto de mira y apuntar en otra dirección para hallarlos. Y así ahora no me ha sido difícil encontrar al sustituto de aquellos; en esta ocasión y del género femenino, mis cuatro heroínas reales son: Lidia (de Valencia) en Lugar de Artagnan, mientras Amparo, Ana y Raquel, de Riba-roja de Túria, suplen a Athos, Porthos y Aramis. Todas tienen en común haber hecho gala de una gran humanidad y un encomiable sentido de la amistad cuando mi hija las necesita a su lado. Y todas ellas juntas, como los mosqueteros, merecen mi gratitud y mi respeto. Francisco Escámez. Valencia.