Ya lo decía Bauman: vivimos en una sociedad líquida, totalmente inestable. Tan líquida que se nos escapa de las manos.

Ya no vale decir «dime qué has estudiado y te diré en qué puestos podrás trabajar». Es más exacto decir, «¡gracias a Dios que trabajo en aquello para lo que llevo toda una vida preparándome! Y gracias a que hay que dedicar gran parte de nuestra vida a la formación continuada con la cantidad de dinero y tiempo que conlleva. Aquellos que se enfrentan al mundo laboral, sea la profesión que sea, acaban convertidos en competidores agresivos y voraces, capaces de cualquier cosa por conseguir un puesto de trabajo decente. Sólo hay que comparar el extenso listado de requisitos y aptitudes que se piden para un puesto determinado: si lo comparamos con el de hace unos 10 años, se puede percibir que el incremento es considerable.

La pregunta que deberíamos hacernos es si tantos estudios académicos son necesarios para desarrollar ciertas funciones dentro de una empresa. Seamos francos en su gran mayoría no, aunque algunos pueden alegar que han puesto en marcha aquello para lo que durante años se han estado preparando. Pero no hay que desesperar, podemos decir que somos un poco más cultos. Cristina Simón Aguilés. Petrer.