Cuando era pequeña, los Magos entraban por el balcón, se comían los pastelitos de boniato y bebían una copita de anís. También los camellos comían y descansaban por la mañana. Al despertar, mis padres me decían que buscara la casita de muñecas que había pedido en la carta.

La tradición de los Magos que, guiados por la estrella errante, llegaban al portal donde había nacido un niño pobre al que homenajeaban,debia ser el verdadero espiritu de la Navidad. Es decir, compartir con el que lo necesita y no atracarnos de comilonas y regalos carísimos entre nosotros, que ya somos suficentemente afortunados por haber nacido en el primer mundo.

Esta Navidad deberíamos mirar a Siria y a los refugiados y por solidaridad y empatía ser un poco más humildes en nuestras compras y comidas. Yo más bien diría que no hay nada que celebrar, pero como sé que soy una radical, y por qué no, una perroflauta, sé que no os puedo pedir que no pongáis el arbolito, que no adoreis a Papá Noel „que es un invento de Coca Cola para que consumáis desesperadamente„ y que si recibís a los Magos lo hagáis educando a los niños en la empatía con los que han caído bajo las bombas o se han ahogado en el Mediterráneo. Porque si no, el silencio nos hará cómplices de esta sociedad capitalista depredadora que roba, masacra y mata para conservar su estado del bienestar. Francisca Luisa Bello Sellés. Valencia.