El hijo admira al padre. Está a su lado esperando para cruzar la calle. Las manos en los bolsillos como él. Los cuerpos delgados y esbeltos con la ropa desgastada, lavada y vuelta a poner. El gesto serio, cansado, amable. El padre busca trabajo, el hijo le acompaña.

Esta semana es fiesta en el colegio y el hijo va al lado del padre, al mismo paso, a la misma vez, mirándole por el rabillo del ojo, con la pequeña sonrisa amable en la cara, los pies doloridos, el bolsillo vacío y un viento frío que se instala en los huesos. Una chica camina detrás, deprisa; el padre la oye, se aparta para dejarla pasar e insta al hijo a que haga lo mismo; el hijo obedece y lo mira, saca una mano del bolsillo para coger la suya, pero el padre no quiere.

El horizonte se presenta demasiado ancho, demasiado difícil, demasiadas calles que recorrer. En todas partes el padre pregunta si hay trabajo para él, en todas partes le dicen que no. El hijo le pregunta si le van a dar trabajo y él contesta que le llamarán pronto.

„¿Pronto cuándo es?„ pregunta el hijo.

„Pronto es mañana„ contesta el padre.

El hijo se alegra cada vez, pero el padre permanece serio. Camina cabizbajo hasta que ve que el hijo le imita, entonces levanta la cabeza y sonríe levemente con una sonrisa minúscula impregnada de esperanza. Consuelo Jover Rodríguez. Valencia