Estamos en Cuaresma, tiempo de conversión para los católicos. Agradecemos las llamadas a ser mejores, a dejar de comportarnos con hipocresía -cuando lo hacemos- llevando una doble vida: la que queremos vivir y la que, por debilidad, encarnamos. Por eso, cuando el papa Francisco dice lo que dice sobre el modo de vivir de algunos católicos, y que recoge Cipriano Torres en su artículo del pasado sábado, nos vemos convocados a tratar de mejorar.

Lejos de fustigar a personas concretas, como hace Torres, el papa acoge a los arrepentidos, como lo haría Jesús. Gracias a Dios, los católicos tenemos la confesión, que debe llevar siempre consigo un propósito de enmendar la conducta. Para ser católico hipócrita impenitente, realmente es preferible ser ateo, como afirma Torres siguiendo al papa. Pienso, sin embargo, que es mucho mejor ser un católico que se arrepiente de sus pecados, cuando los comete, y que tiene la seguridad de ser perdonado por Dios en la confesión. José María Ferreira. València.