Soy aficionada a los toros, a los que suelo asistir de forma selectiva condicionada por mi horario y economía. El pasado domingo 19 me desplacé desde Zaragoza a Valencia para disfrutar de este festejo taurino, movida por el entusiasmo de visitar esa bonita ciudad, su plaza de toros y el arte del buen hacer de los tres maestros anunciados en cartel para esa tarde. Quiero agradecer la crítica escrita en Levante-EMV, con la que estoy totalmente de acuerdo. Me da un poco de pena observar el poco criterio con el que se otorgan los trofeos en general por parte de los presidentes, que deberían ser considerados máxima autoridad en la materia en cuanto a sapiencia, experiencia y coherencia sobre temas taurinos dentro de una plaza.

En el caso del indulto, considero que acaba siendo un trofeo para el ganadero, pero también para el empresario que contrató esa ganadería y para el torero que lidió el toro. Y por qué no decirlo, la plaza de toros de Valencia tendrá un gran reclamo para personas como las que formaban parte del público del domingo que solicitaron el mencionado beneplácito, y para las que no estuvieron pero sepan de ello a través de los diferentes medios de comunicación existentes. Opiniones hay tantas como personas y todos creemos tener la razón. Pero, desde mi punto de vista, necesitamos gente que diga las cosas que acontecen en el mundo taurino como son, en comparación al como podrían o deberían ser, al margen de un conformismo basado en pensamientos tales como «por lo menos el toro se ha mantenido en pie y no se ha caído», «el torero se ha hartado de dar pases» o «la corrida ha sido buena, el presidente ha otorgado muchas orejas».

Cada uno tiene su misión, pero ha de llevarla a cabo de forma honesta y sobre todo con el criterio que se presupone en la condición de cada uno: toreros, ganaderos, presidentes... Los periodistas que escriben sobre el tema también tienen la suya y debo decir que, hasta la fecha, suelo estar de acuerdo con ellos, al menos los que he podido leer. A pesar de lo dicho, volveré encantada a esta plaza si mis condiciones lo permiten. Sucesos de este tipo y presidentes en exceso permisivos y benévolos ya parecen habituales en todas, en Zaragoza también. ¿Tendremos que acostumbrarnos a ello? Espero que no y esa esperanza es la que me hace seguir acudiendo a la plaza con ilusión. Ana Cristina Blasco Fanlo. Zaragoza.