Hemos estado, desde septiembre, con el corazón en un puño, puesto que no existía válvula inventada que sirviera para darle funcionalidad... En dos ocasiones hemos tenido que llegar de urgencias, inundadas, con los pulmones encharcados, sin aliento que empuje este cuerpo de 82 años. Cuando, en febrero nos comunican que la tecnología ha dado por resolver, y aceptamos el riesgo de una intervención quirúrgica, mi primera reacción fué dar las gracias: la Sanidad Pública es un derecho que se garantiza independientemente de si la inversión se va a amortizar o no.

No sería de recibo no hacer pública esta mención a la atención, dedicación, cariño, humanidad, ternura, destreza, habilidad, profesionalidad, vocación, que es, en verdad como ha trabajado el equipo de cardiología, cirugía, anestesistas, y en general, las disciplinas que han intervenido en la reparación de este corazón que padecía el no ser capaz de remontar el ritmo.

En el Hospital Clínico, no sería perdonable no ensalzar el cariño y la entrega de l@s enfermer@s. La sinceridad y naturalidad con que nos presentan la vida y los recursos que tenemos y que no, los médicos que nos atienden... La generosidad, la frescura, la alegría, el saber hacer de las auxiliares. En verdad daba la sensación de buenas gentes capaces de transformar el maltrato que sufre nuestra Sanidad Pública, en dádivas a contrapelo, como si no respondieran a órdenes o jefes o medidas de ministros, sino realmente, al servicio de dar atención y cuidado a quien lo necesita, como su profesión requiere. A pesar de las inefables carencias por las que pasa. No. Carencias no. Expolio y vandalismo. Porque, qué otro nombre puede definir la política que ningunea a quien restaura corazones sin otro criterio que la necesidad y la posibilidad de hacerlo, y escuda su desprecio en términos de rentabilidad? Quiero romper una lanza por esas buenas personas que obedeciendo a su corazón realizan un trabajo sobresaliente desempeñando su profesión, libres y por encima de las condiciones impuestas.

Quiero romper una lanza por nuestra sanidad pública, que vejada, devuelve corazones con aliento para sonreir a la vida, y no es posible imaginar lo que sería con los recursos oportunos.. María José Fabregat Blasco. València.