Cada vez más se dan más casos en los que un viernes por la tarde parece que la obligación de un adolescente, aunque le pille en pijama, sea la de irse de botellón y se dan más casos de padres que se enteran de que a su hijo le ha dado un coma etílico. El otro día leí en un periódico inglés que un niño de trece años había sufrico uno por haber ingerido grandes cantidades de vodka solo por querer ser amigo de «los chicos populares». Según la FAD, en el último mes más de 480.000 menores se han emborrachado. Ya solo con esto nos podemos preguntar hasta donde va a llegar esto o si vamos a hacer algo para parar estos actos que perjudican mucho a la sociedad. Nacho Sanchis García. València.