«Es hermoso y divino el ímpetu ardiente que te lanza a las razones de las cosas; pero ejercítate y adiéstrate en estos ejercicios que en apariencia no sirven para nada; y que el vulgo llama palabrería sutil, mientras que aún eres joven, de lo contrario la verdad se te escapará». Estas palabras de Platón son tan actuales hoy como hace veinte siglos.

Lo que recuerdo como más singular de las clases de historia de la filosofía a las que asistí como alumno es la sensación de estar enfrentado a la verdad sin otros instrumentos que mi propia razón y mi propia sensibilidad, nada se daba por supuesto, ni se aceptaba de antemano; cada afirmación, cada duda, cada argumento se mostraba ante mí para ser examinado, aprobado, matizado o rechazado. No era raro que aquellas respuestas y preguntas me acompañaran tras las clases y entonces me parecía contemplar el mundo con los ojos de Spinoza, Heráclito, Marx, Demócrito, Sartre, Nietzsche, Ortega...

He comprobado curso tras curso experiencias similares en alumnos. Nos quieren hacer creer que se aburren soberanamente por "la lejanía, lo abstrusa, lejana y falta de utilidad de la historia de la filosofía", pero esa concepción no es mas que un puro prejuicio rampante que no vale la pena ni intentar desmontar -este tipo de prejuicio es totalmente externo, interesado y propio de quien carece de contacto real con aquello que menciona. Sin duda, es patente la utilidad instrumental de la filosofía para mejorar y ampliar el conocimiento y uso de la lengua propia, como lo es para mejorar la comprensión de la historia en general, al relacionar hechos y acontecimientos con el desarrollo de las ideas. Mas estas utilidades son añadidos que vienen dados en la filosofía, pero que no constituyen su esencia propia. Es a esa esencia íntima a lo que apunta Platón en las palabras de un anciano Parménides dirigidas a un jovencito Sócrates que apunta maneras:

«..... mientras que aún eres joven, de lo contrario la verdad se te escapará».

Es la pasión por la verdad lo que caracteriza al filósofo auténtico, una verdad que puede no sea amable, ni conveniente, ni útil, ni bella, ni buena, que puede ser cruel, inhumana, fea. Algo de verdad hay en el hombre vulgar que en todos los tiempos ha visto al filósofo como un loco infeliz y un tanto ingenuo; la búsqueda de una verdad tal sólo puede nacer como pasión allí donde exista esa pizca de locura generosa y despreocupada que anida en toda juventud auténtica. Joaquín Llerena Herance. Profesor de filosofía en el IES Fray Ignacio Barrachina. València.