Impresiona ver en televisión a esa pobre gente, que está a punto de perder o que en el peor de los casos lo ha perdido todo en los típicos y numerosos incendios forestales de cada verano; impresiona su impotencia al ver avanzar el fuego hacia sus casas y hacia sus propiedades. Impresiona verles defenderse del fuego con un chorrito de agua de la pequeña manguera o con unos pocos baldes. Luego, lo típico de que «nos han dejado solos, nadie ha venido a ayudarnos... han pasado los helicópteros pero aquí no ha venido nadie y además nos han desalojado, esto es una vergüenza».

Parece mentira que siempre se repita la misma historia y no aprendamos a ser más efectivos. Está claro que hay que emplear todos los medios disponibles en la lucha contra el fuego, algo que los lugareños no entienden porque en el orden de prioridades ellos están los últimos. Lógicamente habría que dividir la acción en dos partes, una de lucha directa contra el fuego con todo tipo de medios y otra parte de protección a las poblaciones, aldeas, etcétera. Aquí es donde se falla en la protección, es decir en la retaguardia.

La solución parece muy sencilla y efectiva; se trataría de utilizar los cientos y cientos de camiones quitanieves que están parados fuera de los meses de invierno y en lugar de cargar los depósitos portátiles de sal, cargarlos con depósitos de agua con la adición en su caso de una pequeña bomba para expulsar el agua. Su utilidad podría no ser la lucha directa contra los focos de incendios, porque su anchura y maniobrabilidad lo puede desaconsejar, pero serían enormemente efectivos precisamente en la protección en las poblaciones de la personas y de sus viviendas en los lugares próximos a los incendios. Además cuentan ya con conductores, palas incorporadas y emisoras de radio.

Queremos que las diferentes comunidades se impliquen y sean pioneras en la lucha contra el fuego y soliciten y habiliten que estos cientos de camiones actualmente parados, se utilicen en los incendios forestales en defensa y protección exclusiva de las poblaciones, de las personas y de sus viviendas, ya que el número y la virulencia de los incendios forestales va en aumento y tienden a convertirse en incendios incontrolables para el propio ser humano. Miguel Nebreda. València.