Como cada verano, salvo excepciones, el monte se quema cuando el calor y el viento -que no necesariamente el poniente- hacen acto de presencia. Esta vez el turno ha sido para nuestra Sierra Calderona que, una vez más, se está quemando. Y si nos fijamos en los términos de Serra y Náquera, prácticamente no queda nada de sus hermosas pinadas, salvo en sus alrededores, pues seguramente es el terreno donde el fuego se ha cebado en más ocasiones. He sido testigo durante cincuenta años e incluso he colaborado en la extinción alguna vez.

Llega el verano y no se ha hecho nada para intentar que el fuego no aparezca. Todo el mundo sabe -salvo la autoridad competente por lo visto- que «el monte no se quemaría en verano si se limpiase durante el invierno». Y es bien cierto que en esas primeras estribaciones de la Calderona que son Náquera y Serra, el monte es un verdadero polvorín. Cualquiera puede comprobarlo, pero no se hace nada. La autoridad debería limpiar sus montes y obligar a que los propietarios particulares hiciesen lo mismo.

Y para intentar apagar el fuego si ya está en marcha, es elemental actuar con cuantos medios aéreos se puedan aportar inmediatamene al amaneceer, pues prácticamente cada día en esos instantes el viento ha calmado y unas cuantas pasadas de aeronaves (insisto que en ese momento preciso) evitarían lo irremediable, o sea que un par de horas más tarde volviese el viento recrudeciendo el fuego. En el último incendio que hubo en la zona ocurrió exactamente eso y hubo que desalojar Náquera. Lorenzo Crespo Andrés. Náquera.