Hoy lunes 3 de julio se cumplen 20 años de la tragedia en la Unión Naval de Levante, en la que 18 trabajadores perdieron la vida y otros 9 resultaron gravemente heridos. Los equipos de militantes de la HOAC de la Malvarrosa tiene muy presente este accidente, algunos asistieron al entierro en las atarazas del puerto y vivieron de cerca el impacto del que sigue siendo uno de los accidentes laborales más graves que nos han tocado vivir.

Un vecino y amigo del barrio ya jubilado cuenta que aquel día estaba trabajando a bordo del buque en construcción, el Proof Spirit, cuando se produjo la deflagración en la sala de máquinas. Recuerda una columna negra de humo tóxico saliendo por la chimenea, el buscar refugio, el traslado de los cuerpos de los compañeros, los llantos, el desgarro de las familias, el funeral, las investigaciones, los informes, los juicios... Él reflexiona que el accidente fue el resultado de múltiples negligencias, asume en parte descuidos, prisas, faltas de interés y considera que hubiera podido evitarse si todos hubieran cumplido con su responsabilidad.

Veinte años después, sigue impactando la rotundidad de la sentencia que condenó a la empresa UNL por "incumplimiento grave de la normativa de prevención de riesgos laborales, por tolerar la operación de carga cuando a bordo se encontraban gran número de trabajadores, en especial en la sala de máquinas. La empresa también incurrió en una falta de preaviso e información a los trabajadores que operaban en el buque de la actividad a realizar y riesgo consiguiente". Veinte años después, asistimos a un incomprensible repunte de la accidentalidad por diversos factores, las empresas vuelven a ahorrar en medidas preventivas y los que ponemos el cuerpo cada vez tenemos más urgencia, menos formación y mucha menos conciencia de lo terriblemente absurdo que es enfermar y sufrir accidentes (quién sabe de qué envergadura) a consecuencia de riesgos evitables.

Hoy queremos dedicar un tiempo de silencio a honrar el recuerdo de 18 seres humanos que perdieron su vida esperando ganársela y sacar adelante a sus familias. Entonces como ahora, creemos que la muerte no tiene la última palabra, sino que "la muerte está bajo el dominio del amor". Como cada día, oramos pidiendo "que los obreros muertos en el campo de honor del trabajo y de la lucha descansen en paz".