Cada vez que veo por televisión las fiestas de San Fermín recuerdo el gran busto de Ernest Hemingway que existe junto la plaza de toros de Pamplona y recuerdo también la lectura de sus obras literarias. En su día encontraron siete mil cartas en su casa Finca Vigía en La Habana (actualmente museo), algunas de ellas ocultas incluso bajo capas de pintura en su cuarto de baño y que principalmente eran apuntes del peso corporal del escritor y que evidenciaban el interés por el deporte, por el cuidado de su salud y su inclinación por las estadísticas.

Según las crónicas, Hemingway estuvo por primera vez en València en 1924, el año que a su vez fue su primer encierro pamplonés, y volvió en 1937 y 1959. Se ha hablado incluso de señalar la ruta y lugares que el escritor visitaba en nuestra ciudad y sus alojamientos, pero que conozca no se ha realizado este periplo turístico. Tuvo el escritor el detalle -en el capítulo VIII de Por quién doblan las campanas- de hablar de Valencia, de sus playas, de los famosos bueyes arrastrando los botes de vela que pintó Sorolla en sus lienzos, de sus merenderos playeros, así como de productos del mar y de la huerta valenciana, en el diálogo de sus personajes en esa obra. Escribió de la playa valenciana : «Puedes oír como rompe el mar en la playa y ver el brillo de las luces en la arena húmeda». Francisco Javier Sotés Gil. València.