Al infierno me voy, yo, que no soy mala. No soy mala persona, no soy mala mujer, ni mala madre, ni mala hija, ni mala hermana, ni cuñada, ni nieta, vecina, novia, compañera, ciudadana, trabajadora, española, contribuyente, amiga, usuaria del taxi, del autobús, del metro, paseante, lectora, estudiante, admiradora, contemplativa, durmiente, soñadora, aspirante, intermediaria, compradora, rica, pobre, guapa, corriente, diferente...

No soy mala de nada. No soy mala en nada, ni con nadie, pero al infierno me voy. Sí, ahí me voy, al infierno mismo, yo, ¿por qué? Porque es la única empresa universal en la que no te piden ni requisitos mínimos para entrar, donde no importa tu fecha de nacimiento, donde no necesitas títulos universitarios, ni experiencia previa, ni don de gentes, empatía, buena presencia... donde no tienes que cumplimentar ningún test psicotécnico ni aprenderte una constitución obsoleta.

¡Ah, el infierno! Ese lugar que está siempre con la puerta abierta para que entres cuando quieras, seas como seas, sin pruebas de selección ni preguntas absurdas cuyas respuestas no dan ni idea de cómo podría ser tu presencia ahí.

Un lugar caliente y acogedor que siempre te espera. Tal vez cuando llegues te apetezca bajar la mirada desde tus hombros y mirarme a la cara. Descubrirás un mundo nuevo, apetecible y divertido donde todo es posible y nada ni nadie da miedo. Este último párrafo se lo diría yo a la «señora» que hoy me ha tratado a patadas con toda su linda «conciencia» y su estupenda «sensibilidad» de trabajadora social en la Fundación Novaterra en Valencia capital, por llegar tarde 10 minutos (tal y como se me convocó).

A todas estas personas se lo digo, que nunca tengan que pasar ellas por una situación de desprotección y falta de ayuda, porque ya saben, quien sólo mira siempre arriba estirando el cuello, tarde o temprano, acaba pisando una caca. O peor aún, cayendo en el infierno.

A ustedes les irá bien, pero yo, lo siento, no puedo creer en estas empresas que surgen de obras sociales financiadas por un banco español, en este caso, La Caixa y su programa de ¿ayuda a los desfavorecidos? llamado Incorpora. En el infierno nos vemos. Eso sí, con humildad, esa virtud que ya casi nadie tiene. Consuelo Jover Rodríguez. Benicarló.