En el periódico de ayer 31 de octubre he leído un par de artículos sobre el Cementerio Civil («El cementerio civil abre sus puestas 80 años después» por RVL, y «Blasco Ibáñez y el cementerio general de Valencia», por Rafael Solaz), aludiendo a quienes enterraban allí en tiempos de intolerancia y dictaduras, y, tristemente, no he visto ninguna alusión a los evangélicos-protestantes valencianos. La parte «civil» albergó durante muchos años a los cristianos evangélicos-protestantes valencianos que sufrieron intolerancias e intransigencias por generaciones y que, como tantas otras personas que no profesaban la religión oficial establecida, no eran dignos de ser acogidos en «tierra santa». Entre muchos hombres y mujeres, los dos primeros pastores de la Iglesia Evangélica Bautista de la calle Quart, 134, allí están enterrados, y en el año 2008, en los actos de conmemoración del 120 aniversario de esta Iglesia (fue oficialmente constituida en 1888), ante las tumbas de estos pastores protestantes se celebró un emotivo acto.

Es significativo que en la entrada exterior, casi desapercibidas, están las letras griegas Alfa y Omega, Principio y Fin, símbolo de Jesucristo. Debemos recuperar la memoria histórica de una realidad tantas veces desconocida y reconocer a personas que supieron mantener fidelidad a sus conciencias en una actitud de libertad y dignidad frente a tiempos de pensamiento único en materia religiosa. Las lápidas de los evangélicos suelen distinguirse por textos bíblicos de amor y esperanza. Precisamente ayer, 31 de octubre, se cumplen 500 años de la Reforma Protestante, que abrió el camino para mostrar que la fe cristiana podía entenderse de manera diferente a la impuesta durante Manuel Sarrias. Secretario General Emérito Unión Evangélica Bautista de España. Vicepresidente de Ferede. València