Pasada ya esa irracional y foránea jornada en la que parece que nos vemos obligados a lanzarnos a la compra de cualquier objeto aunque tengamos la certeza de que ni lo necesitamos ni nos va servir de utilidad nunca, llega el momento en el que deberíamos recapacitar, pensar que ese dinero que estúpidamente hemos malgastado en cosas absolutamente prescindibles podía fácilmente paliar las necesidades de una familia entera -alimentarse es lo que constituye sus necesidades básicas- en muchos, demasiados, rincones del planeta. En lugar de comprarnos una camisa que no necesitamos, «pero es que está de oferta», podemos emplear ese dinero donándolo a cualquiera de las organizaciones -Intermon Oxfam, Cáritas, Cruz Roja, MSF y otras muchas-que lo destinarán, no una camisa, sino a paliar, en la medida de lo posible, la miseria y el hambre que está matando a millones de personas en el mundo. Es Navidad. Y aunque no lo sea. Prescindamos de una compra inútil e invirtamos ese dinero en un mejor destino. José Barber Rubio . València.