Ante la pregunta sobre si la fallera mayor de Valencia debe o no estar en un partido político y presentarse o no a unas elecciones, creo que en una democracia de verdad y no sólo de nombre, esa circunstancia y esa pregunta tienen muy poco sentido. La ideología y la militancia política en partidos legalizados y no dañinos para nadie, así como la participación activa en política institucional es un derecho natural, libre, incuestionable y personal, a no ser que las fallas sean ideológicas, discriminadoras y sectarias, que no deberían serlo bajo ningún concepto, y sobre todo ahora que son patrimonio de la humanidad. La Unesco se quedaría de piedra ante algo así.

¿Se debería, por ejemplo, y según ese criterio, ser católica obligatoriamente para ser fallera? La Constitución tiene la respuesta en su Capítulo I. Todos los españoles y españolas tienen los mismos derechos y obligaciones paralelas a esos derechos. En un Estado democrático, libre, plural, laico y aconfesional ciertas consideraciones y prejuicios deberían estar superados tras cuarenta años de democracia. Sorprende que en un medio tan abierto y civilizado como Levante-EMV se planteen estas cuestiones como lo más normal.