Metidos ya en la vorágine de la campaña electoral catalana, los de la DUI y los del 155 se interpelan mutuamente, en un acto de egocentrismo político, sobre el qué hiciste más que en el qué harás. Si la campaña electoral continua con esa dinámica de trincheras, en la que disparo a todo lo que se mueve si no lleva mi bandera, independientemente de quién gane, perderá el pueblo catalán. Jamás unas banderas dijeron tan poco y dividieron tanto. Ahora, más que nunca, es cuando el pueblo catalán debería mostrar un empoderamiento inteligente, exigiendo, más allá del nacionalismo patriotero de ambos bloques, qué va a pasar con la corrupción, con los recortes en sanidad, educación y dependencia, o con la pobreza energética, o con la precarización y pobreza galopante de los trabajadores, en definitiva, con la desigualdad cada vez más hiriente entre esa minoría adinerada y la mayoría de catalanes. Discutir y votar en clave política y social más que en clave nacionalista y emocional, podría romper el nudo gordiano con el que algunos pretenden maniatar a todo el pueblo catalán. Horacio Torvisco. Madrid.