Todo lo que se haga en beneficio de la alimentación sana tiene, de entrada, una valoración positiva. Es loable que Joan Ribó, el alcalde València anuncie, aunque sea con la boca pequeña, la creación de un Centro Mundial de la Alimentación Sostenible en colaboración con la FAO. Quizá no lo sea tanto que hable de austeridad para su puesta en marcha y funcionamiento. No es mala idea ser precavidos con los dineros públicos, pero pocas iniciativas pueden llegar a merecer tanto interés social, político, económico y cultural como todo lo relacionado con la alimentación y la salud. Hace justo dos años, Dénia recibía la nominación de Ciudad Creativa de la Gastronomía que concede la UNESCO a unas pocas ciudades de todo el mundo. Si es cierto el empeño y la voluntad del Ayuntamiento de València, en poco más de 100 kilómetros de distancia se puede crear una interesante red de propuestas e iniciativas gastronómicas que aúnen creatividad, compromiso con la naturaleza y la salud, y capacidad de generar reflexión i acción. Hay oportunidades y colaboraciones que no se pueden dejar pasar. Discutir a estas alturas si la gastronomía y la la alimentación merecen la pena por inversión pública es tener las miras muy cortas. Todo lo contrario de lo que suponen la FAO i la UNESCO. Juan Bautista Llobell. Paterna.