De la DUI (Declaración Unilateral de Independencia) de Junqueras, Puigdemont, Forcadell y Mas, al DIU (Dispositivo Intracraneal Unitario) de M. Rajoy, dispositivo sencillo, fácil de implantar, muy económico e indoloro.

Diseñado por el ejecutivo, aprobado por el Senado y ejecutado por el poder judicial -Montesquieu no ha muerto- se coge a los acérrimos seguidores y seguidoras de la DUI y se les invita, a cargo del erario público, a pasar unas semanas en alguna de las residencias de la cadena hotelera Las Rejas, residencias que gozan de unas esplendidas instalaciones: habitaciones amplias y luminosas, simples o dobles, con sanitarios y ducha en ellas, biblioteca, sala de lectura, gimnasio, patio para paseos románticos, vis a vis, televisión -la TV3 capada-, enfermería y atención médica 24 horas, peluquería, talleres de ocupación laboral, desayuno, comida y cena sometidas al correspondiente control sanitario.

Nada de «pan amb tumaca» o butifarra. Paella valenciana, pulpo a la gallega, salmorejo cordobés, migas aragonesas, salmonetes al ajo blanco almeriense, cocido madrileño, fabada asturiana, gazpacho manchego en invierno y andaluz en verano, cordero asado castellano€ y no esa porquería pastosa de espaguetis con los dos mejillones bruselenses sobrantes de Puigdemont y que se les endosó a los «maderos y picoletos invasores de la Catalonia free» en la cena de Nochevieja.

Pasadas estas semanas, se les lleva ante un magistrado y se les enseña una tarjeta, una de las black sobrantes de Bankia, con un enorme 155 grabado en oro. Y mano de Santo.

La DUI, dicen después de la aplicación del 155, fue una performance, un ensayo, una tontería, una veleidad sin trascendencia política, un coitus interruptus. Juran y perjuran, o prometen, que a partir de ahora van a portarse bien y no la volverán a liar. Eso sí, a lo más recalcitrantes, con mando en plaza, de vuelta a sus residencias actuales no vaya a ser que al dejarlos sueltos se vayan al Parlament y se acojan a «sagrado».

Salvador Ruiz Gómez. València.